Sabiduría Casual

Hay frases que llegan cuando menos las esperas.
No en un libro, no en una conferencia, sino escritas en unos pequeños post-its, pegados en la pared de un salón de uñas.

Esa mañana solo quería un respiro, un rato para desconectarme del trabajo, para dejar que alguien más se encargara de mis manos por un momento. Pero mientras esperaba que Kimmy terminara la última capa de esmalte y yo casi me quedaba dormida, decidí leer lo que estaba en la pared. Mis ojos se toparon con esas dos frases:

“We can’t have a foundation built on a lie.”
“If you don’t find a way to make money while you sleep, you will work till you die.”

Y me quedé ahí, en silencio, leyendo, como si el universo me hubiera puesto un espejo justo frente a mí.

La verdad como base

La primera frase me golpeó fuerte: no se puede construir una base sobre una mentira.
Y pensé en cuántas veces tratamos de hacerlo. En las relaciones, en los negocios, incluso con nosotras mismas.
Nos convencemos de que todo está bien, de que podemos sostener una estructura tambaleante si solo seguimos sonriendo o trabajando más duro. Pero la verdad, por más que intentemos esconderla, siempre encuentra la forma de salir a la luz.

Me di cuenta de que muchas de mis decisiones más difíciles en la vida han tenido que ver con eso: con atreverme a ser honesta, aunque doliera. Aceptar que ciertas asociaciones, amistades o proyectos simplemente no tenían un fundamento real. Que no podía seguir construyendo sobre ilusiones o promesas vacías.

En lo personal, me recordó que la paz no viene de lo que mostramos, sino de lo que somos cuando nadie nos ve. Y en lo profesional, me reafirmó algo que he aprendido con los años: que ningún negocio puede prosperar a largo plazo si no está cimentado en la verdad, en la transparencia y en la integridad.

Dinero, tiempo y libertad

La segunda frase también me dejó pensando: “If you don’t find a way to make money while you sleep, you will work till you die.”
Y no lo leí desde la ambición, sino desde la libertad.
Porque no se trata solo de dinero, sino de construir algo que tenga valor incluso cuando tú no estás ahí empujando cada detalle. De crear sistemas, equipos, ideas y proyectos que puedan caminar por sí mismos.

Me hizo pensar en mi propio camino —en todas las veces que he trabajado de sol a sol, persiguiendo metas, cerrando acuerdos, cuidando cada aspecto de mis proyectos— y en lo mucho que cuesta soltar el control. Pero también en la importancia de aprender a confiar: en el proceso, en las personas que te rodean y, sobre todo, en ti misma.

Aprender a generar valor sin desgastarte por completo es un arte. Y ese arte empieza cuando entiendes que tu tiempo y tu energía son tus recursos más valiosos.

Salí del salón con las uñas perfectas, (con un color vino tinto muy ad hoc para el otoño) y la mente llena de pensamientos.
A veces creemos que las grandes lecciones llegan en momentos solemnes, pero no: a veces aparecen en un pedazo de papel pegado con cinta, mientras el secador de uñas hace su trabajo.

Esas dos frases me recordaron que la verdad es el cimiento de todo lo que vale la pena —y que la libertad no se mide en horas trabajadas, sino en la capacidad de descansar sabiendo que lo que has construido puede sostenerse solo.

Quizás no podamos controlar todo, pero sí podemos elegir desde dónde construimos.
Y yo, desde este día, decido seguir edificando mi vida —personal y profesional— sobre algo tan simple y tan poderoso como la verdad.

Porque una base sólida no se hace de apariencias ni de promesas, sino de autenticidad, propósito y amor por lo que hacemos.
Y si a eso le sumamos la inteligencia de crear con visión… entonces sí, podemos descansar tranquilos, sabiendo que incluso mientras dormimos, nuestro trabajo sigue dando fruto.

NOS VEMOS A LA PROXIMA.