Despues de mi crísis existencial de querer saber si valía la pena ó no escribir, aquí sigo!
Realmente no fue que me dijeran eso de que siempre estoy “demasiado expuesta”, sino mas bien quien me lo dijo fue lo que me estresó.
Pero ya pude comprobar lo que siempre crei de mi. 🙂
El caso es que toda la vida estoy buscando el lado difícil de las cosas.
A lo mejor es la manera que tengo de no ‘aburrirme’, porque soy una persona que se aburre con mucha facilidad.
Me aburro tan rápido que siempre estoy inventando cosas nuevas que hacer.
Cambio a veces recetas de cocina para darles otro sabor, otro sazón.
Invento peinados y maquillaje para no verme igual siempre.
Escribo y dejo volar mi imaginación. Unas cosas las publico, otras son privadas en un espacio especial y otras estan en mi imaginación.
Me rodeo de gente que no me aburre y por eso agradezco a la vida que exista la tecnología para poder hacerlo.
Es increible la cantidad de personajes que existen en un TWITTER por ejemplo.
El caso es que siempre tengo que ‘comprobar’ las cosas.
Iba manejando hacia la escuela de mi hijo para ir por el y despues ir por mi hija a otra escuela.
Se me había hecho temprano, es decir, faltaba tiempo para que saliera el Coco y me fuí lentamente disfrutando el paisaje del Upper Valley en El Paso, que comienza a pintarse de colores otoñales.
Me encontré en mi bolsa una paleta TUTSI POP, de esas verdes con chicle adentro.
No de las chafas que traen chocolate Tutsi adentro y que saben a árnica. Era una paleta Tutsi de las ‘nice‘.
Automáticamente se me vino a la mente el comercial del búho al que le preguntan “¿Cuantas chupaditas a la paleta para llegar al centro?”
Y me acordé que toda mi vida, desde niña que vi ese comercial por primera vez, lo he querido hacer.
Como todavía me faltaban unos minutos para que saliera el niño, me estacioné ya en la escuela y abrí la paleta.
La probé. Uno.
Dos…. Tres…. Cuatro…Cinco.
Me encantaba saborearla!
Era sabor manzana verde. Estaba perfecta (porque da mucho coraje abrir una paleta y que esté quebradita porque corta como navaja).
Sintonizaba la radio para ver que novedades había, teniendo cuidado de no dejar la paleta en mi boca porque entonces perdería la cuenta.
Seguía chupando la paleta. Estaba casi entera.
No se veía avance.
Iba en los cuatrocientos ya… me estaba dando sueño. Era como contar ovejas!
Apagué el carro y abrí ventanas porque el airecito corría y el día estaba nublado. Un clima bien rico la verdad.
Seguía en mi cuenta y veo que comienzan a salir los de sexto, el Coco incluido.
“Hola mami.. mmmm ! Que rico! Dame una paleta, plis!”, me dice aventando mochila, lonchera y tenis al asiento de atras, pero sin quitarle la vista a mi boca.
“No tengo mas, sorry”, le digo, mientras enciendo el carro para irnos. (jejeje, bien linda mamá)
No le paraba la boca al Coco, asi que guarde mi paleta en el papel y la puse en el cenicero del carro, mentalmente pensando que llevaba 550 chupadas.
Poniendo música, nos fuimos hacia Coronado (la High School de Luisa Fernanda) y nos estacionamos a esperarla.
Me encanta este tiempo de la tarde porque platico con el Coco muy a gusto. Me hace reir, me cuenta todo chisme tal cual pasa en sexto año. Quien tuvo DRAMA, quien lloró en MECANOGRAFIA porque taparon las teclas, quien hizo chapuza en el recreo y que chistes contaron los mexas del salón y que los gringuitos no entendieron.. 🙂
Mi hija sale sonriendo de la escuela. Se sube al carro y me comienza a platicar en monosílabos como estuvo su día, lo que me indica que está agotada y tiene mucha tarea.
Llego a casa, doy de comer y sigo en lo que puedo contando las chupadas. Ya como que se comienza a ver el chicle. Llevo mas de mil.
Siento la lengua escaldada, incluso hasta cortadita la boca. El caramelo se pone filoso, como navajas y comienza a cortarme.
Le queda muy poco caramelo rodeando al chicle rosa. Ya puedo probar el chicle bien rico!
Me voy a mi cuarto despues de dejar lista la cocina, platos en la lavadora, etc. y prendo la tele para ver un CUPCAKE WARS que tengo grabado.
El programa está muy padre y cuando menos pienso me doy cuenta que traigo la paleta en la boca y la estoy mordiendo.
Perdí la cuenta. El chicle ya era mío. Solo se que fueron mas de mil chupadas.
Me siento un poco fracasada porque no pude terminar ó descubrir el misterio.
Me hizo reflexionar que “que flojera doy“. Si mordiéndola llego de volada al chicle, ¿para qué hacerlo?
¿Qué fin tenía? ¿Qué ganaba? ¿Para qué me serviría esa información?
No lo sé.
Pero puedo decir que cuando uno toma el camino largo para llegar a un fin, el ‘sabor te dura mas’.
Vas aprendiendo de como va cambiando todo a medida que avanzas.
Vas sufriendo ‘desvíos’, ‘pausas’, ‘lastimadas’ en todo el camino.
Al final llegas al chicle (a la meta pues).
Lo que si les puedo decir es que a lo mejor si disfruté mas el chicle despues de las mil chupadas.
Y eso es algo que a veces no hacemos ya.
DISFRUTAR el camino.
Todo es tan rápido en esta vida que se nos olvida disfrutarla porque pensamos que solo logrando llegar al objetivo seremos feliz.
Y pues no.
Se es feliz en el camino, en cada chupada de la vida.
NOS VEMOS EL PROXIMO MIERCOLES. 🙂
Wow, Gina, me eeeencantó, y si, la felicidad la tenemos en el día a dia, en los pequeños detalles!
gracias por leerme Silvita! 🙂