Poeta de ocasión

Hay días en que se me vienen poemas a la mente. No avisan su llegada.

Simple y sencillamente llegan.

Mi mente se comienza a pintar de colores, como si con un pincel me regalaran algo de motivación.

Abrí mi computadora y me puse a escribir lo primero que mi mente envió a mis dedos.

Mi teclado ya está viejo, sin embargo, se ha rejuvenecido con los pensamientos frescos que le di.

No sé si sea el estrés que manejo lo que me ha inspirado el día de hoy.

Es muy curioso.

Siempre que me encuentro presionada (por voluntad o por terceros), mi mente cambia y se llena de amor y de entusiasmo por escribir.

Es como si funcionara bajo presión, como si estando relajada no produjera, pero bajo aplastamientos mentales diera lo mejor de sí.

Tengo en mi mente las mejores frases candentes. Aquellas palabras que combinadas cantan lo erótico que pocos comprenden y a muchos asustan.

Describo, casi como si lo estuviera viendo, alguna historia ficticia reflejando tal vez una dosis solamente de mi propia realidad.

Escribo también entre líneas. En esos espacios que solo los que me leen cada miércoles pueden interpretar.

Nada es tan fácil como lo que publicamos en las redes sociales. Y todo lo que callamos es menos difícil.

La vida no es sencilla. Es despertar y llegar a luchar contra demonios del pasado, trastornos psicológicos mientras publicas tu mejor sonrisa y tu mas rica bebida del día.

Los filtros hacen maravillas para que no vean el trascurso del tiempo sobre tu cara. Estoy esperando desesperadamente el filtro al sentimiento, a la mirada y al alma que no puede ocultar el miedo al futuro.

Escribo tal vez a mi enamoramiento al presente. Por fin entiendo lo que es “vivir el día” sin llorar por lo que fue ni comerme las uñas por lo que pasará mañana.

Estoy sana hoy, pero a veces dudo de mi suerte cuando me duele algo en mi cuerpo.

Escribo con mi cansancio acostumbrado, con toda la fe de que me van a leer, pero sobre todo con un desahogo necesario para bajar la presión que me atormenta.

El no saber manejar el tiempo es símbolo de inmadurez, diría mi amigo Luis.

A veces no manejarlo es simplemente no tener ganas de hacerlo.

Me cansa estudiar lo que ya se y pagar por cursos que me enseñan lo que yo casi inventé.

La vida se está esfumando entre mis manos y quizá es lo que me tiene estresada.

A veces uno está tan satisfecho con lo que hace que no quisiera que se acabara nunca.

Y eso es precisamente lo que me pasa.

La vida me sonríe, pero conozco esa picardía.

Me da miedo que me sonría por descaro y no porque se alegra de mí.

Hoy quiero escribir un poema descriptivo de mi inquietud sobre lo rápido que pasan los días.

Estoy enamorada de mi vida y por primera vez, estoy enamorada de mí.

Me estoy convirtiendo en esa persona que siempre he buscado para ser feliz. La única que no se va a ir si no le contesto un texto, no tuve tiempo de ver o que no se queda por miedo a mi manera tan torbellino de andar por la vida.

Gracias por leerme. Mi mente necesitaba desahogarse. Mis dedos no tienen la culpa de lo que se les dictó escribir.

NOS VEMOS EL PROXIMO MIERCOLES 😊