La vida es como un sistema de navegación GPS. Marcamos nuestro destino, fijamos la vista en dónde queremos ir y emprendemos el viaje con confianza. A veces, el camino está despejado: carreteras lisas, semáforos en verde y caminos conocidos. Otras veces, nos topamos con desvíos inesperados, zonas de construcción o tomamos un giro equivocado. Pero, como un GPS, la vida no nos abandona. No nos dice: “Has fracasado. Vuelve al principio”. En cambio, anuncia con calma: “Rerouting o Redireccionando”.
De joven, creía que mi camino era recto y sencillo. Tenía sueños, metas y una visión clara del éxito. Pensaba que si seguía los pasos correctos (estudiar mucho, conseguir un buen trabajo, hacer los contactos adecuados), llegaría a mi destino sin problemas. Pero la vida tenía sus propios planes.
Recuerdo el primer gran desvío: perder a mi papá y abuelo y tío el mismo año. Me sentí varada, como si hubiera perdido la salida y hubiera terminado en un barrio desconocido. Me invadió el pánico y la duda me decía que nunca encontraría el camino de vuelta. Pero, como un GPS que se recalibra cuando te desvías de la ruta, encontré un nuevo rumbo…aprendí que la familia es lo mas importante.
Luego vinieron las relaciones: otro viaje lleno de giros inesperados. Me enamoré, imaginé una vida con alguien y planifiqué un futuro que parecía tan seguro. De nuevo, la vida me susurró: “Redireccionamiento”. Me tomé un tiempo para sanar, para comprenderme mejor y para redescubrir lo que realmente quería.
A veces, el redireccionamiento lleva más tiempo del esperado. Me frustra sentir que doy vueltas en círculos o retrocedo. Pero he aprendido que cada camino, incluso los inesperados, me enseña algo nuevo. Tal vez necesitaba ese giro equivocado para ganar perspectiva o desarrollar resiliencia.
Hay momentos en que me resisto obstinadamente, convencida de que mi camino es el único. El GPS nunca se enoja ni me juzga; simplemente recalcula, ofreciendo una nueva ruta cada vez que me desvío. La vida también es así. Es paciente y nos da innumerables oportunidades para reencontrarnos.
Una de las lecciones más importantes que he aprendido es confiar en el desvío. No significa fracasar, significa adaptarse. Significa soltar el plan rígido que tenía en la cabeza y permitirme explorar territorio inexplorado. A veces, la ruta panorámica es más hermosa que la carretera. A veces, el desvío me lleva a un lugar que nunca supe que debía visitar.
Así que ahora, cuando la vida me sorprende con un cambio repentino o un desafío inesperado, respiro hondo y recuerdo: “Redireccionar”. Es simplemente un nuevo camino hacia el mismo destino, o quizás uno mejor. No importa cuántas veces tenga que recalcular, seguiré adelante, sabiendo que el viaje es tan importante como el destino.
Nos vemos pronto.

