EL INFIERNO DEL HUBIERA

El Infierno del “Hubiera” y la Fatiga de Pensar Demasiado

¿Cómo les va con sus propios dramas mentales? Yo, aquí, como siempre, sumergida en las profundidades de mi propio overthinking. La verdad es que, si la reflexión profunda diera dinero, ya sería dueña de una isla privada. Pero no, solo da dolor de cabeza y ganas de mandar todo a la fregada.

El punto es que últimamente me la vivo en un interrogatorio interno. Mi cerebro ha decidido que, en lugar de planear la siguiente gran cosa, su trabajo es revisar, con lupa y cronómetro, cada maldita decisión que he tomado desde que tengo uso de razón. Y claro, el villano de la película es el famoso: “hubiera”.

Es que el “hubiera” no es una pregunta, es una declaración de guerra contra mi paz mental. Es como tener a una tía fastidiosa viviendo en mi cabeza, que no deja de recordarme lo mal que hice todo.

• “Gina, hubieras sacado la licencia de maestra en lugar de la de real estate. ¡Ahora no estarías trabajando con niños!”

• “Pero, Gina, si hubieras invertido en esas acciones en 2010… ¡tendrías para el retiro ahora mismo!”

• “¿En serio le dijiste SÍ a aquel morro? Si hubieras dicho NO, te habrías ahorrado ese drama de varios meses.”

Y lo peor es que esta voz es súper tramposa. Solo me muestra la versión idealizada y con filtro de Instagram de la otra opción. Nunca me enseña la parte difícil de ser maestra (las noches sin dormir por las entregas de calificaciones), o los meses de drama que esa otra persona también me habría dado, solo que con un nombre diferente.

Es una falacia de la perfección. Creemos que el camino no tomado era el bueno, el que nos garantizaba la felicidad y cero problemas. ¡Mentira! Solo nos habría dado un set de problemas totalmente distinto. Pero el chiste es que esa ilusión nos tiene atrapadas. Es como un laberinto mental del que, francamente, estoy hasta la madre.

Llega un momento en que uno dice: ¡Ya estuvo! Esta revisión constante del pasado es una pérdida de tiempo y energía que podría estar usando para hacer algo en el presente. Es una fatiga mental que me está drenando.

¿Por qué nos obsesionamos tanto con esto? Creo que, en el fondo, es una forma de escapar de la responsabilidad de hoy. Es más fácil culpar al “yo” del pasado por una “mala” decisión que aceptar que hoy tengo que trabajar duro para arreglar las cosas o para crear algo nuevo. Si todo lo arruinó mi “yo” de hace cinco años, entonces mi “yo” de hoy no tiene tanta presión, ¿verdad? ¡Falso!

Además, piénsenlo un segundo: estamos juzgando a una persona que ya no existe. Mi “yo” de 2018 tenía menos información, menos experiencia, y probablemente estaba lidiando con su propio caos interno. ¿Quién soy yo, con toda mi sabiduría actual (y mis ojeras), para criticarla tan duramente? Es totalmente injusto.

Necesitamos un cambio de chip. El “hubiera” tiene que dejar de ser un martillo que golpea nuestra autoestima para convertirse en un mapa de ruta para el futuro.

Si estoy arrepentida de no haber entendido lo que valgo hace unos años, la lección no es torturarme, sino ir a pedir que me valoren más. Si me arrepiento de haber dejado ir una amistad valiosa, la lección es cuidar las que tengo HOY.

El pasado ya es una pieza de museo. No podemos cambiarlo. Lo único que podemos hacer es ver la pieza, ver qué información nos da (qué patrones repetimos, qué miedos nos detuvieron) y usar ese feedback para construir mejor el presente.

No se trata de borrar el pasado, sino de dejar de vivir en él.

El presente, es el único lugar donde somos realmente poderosos. Es el único momento donde la decisión que tomamos (o que evitamos tomar) sí tiene un impacto real. Así que, menos lamentos y más acción. Dejemos de ser las detectives de nuestras propias historias y seamos las protagonistas que mueven la trama.

Yo, por mi parte, he decidido que cada vez que escuche ese horrible “hubiera”, lo voy a reemplazar con un: “AHORA voy a…” o un simple “¡Qué bueno que pasó, porque aprendí X cosa!”

¡A vivir, a equivocarse y a reírse de uno mismo! (Que para eso estamos, ¿o no?)

Nos vemos a la próxima…

Me calmó

Este 2024 empezó demasiado estresado, como que estoy comenzando la carrera bien cansada. Entre una cosa y la otra, tantos pendientes personales se suman con los pendientes de trabajo y llega un momento en que uno quiere tirar la toalla, aunque la verdad ni siquiera tengo una toalla que tirar.

No es rendirse, pero si es tomarse un tiempo.

Como era de esperarse, mi cuerpo solito dijo, “O te calmas, o te calmo”.

Y es por eso por lo que estoy desde la comodidad de mi camita trabajando esta semana y escribiendo este blog.

No tengo nada grave, solo un resfriado fuerte, que se va a convertir en la tos que me da miedo se complique con bronquios.

Ahora si me agarró con mi sistema inmune muy débil porque a los de la oficina les pegó, pero en dos días ya andaban bien.

Yo tengo ya varios días, pero he leído que todo mundo anda igual. No es COVID-19 ni es FLU. Es un simple resfriado de esos super enfadosos.

Me gusta trabajar de mi casa. Mi recámara para mi es el lugar mas seguro del mundo. En mi desorden (como dice mi hija) me siento tan bien. No tengo televisión, así que uso mucho mi computadora para escribir, trabajar y ver TIKTOK.

Me gusta escribir aquí, porque, aunque mi mente se sienta tan congestionada, aquí fluye. No hay mucho ruido, mi perrita Kiara se me duerme a un ladito y yo mientras tomo agua y me sueno la nariz, dejo que mi imaginación hable a través de mis dedos.

Me enfermé en los peores días, porque estoy terminando 5 revistas al mismo tiempo (San Diego, Los Angeles, Riverside, Las Vegas y Baja California). No se que haría sin el equipo que somos porque la verdad ya estamos como que muy en sintonía.

Una vez me dijeron que me tenía que cuidar, que no abusara del tiempo y que tomara descansos. Trabajar 15 horas diarias parece un crimen, pero cuando lo que haces te encanta, es la verdad pura diversión.

Pero si, en este resfriado estoy sintiendo mis 51 años. Ya soy toda una viejita que se frota con Vicks y se pone calcetines (aunque los aviento a los 5 minutos), estoy nomas esperando que se llegue la hora de la siguiente dosis de jarabe y estoy tomando tecitos.

Y luego el espejo que no miente. Mis ojos tan tristes, brillosos. Mi piel roja por la fiebre o por toser. Mi nariz reseca de tantos kleenex.

Pero eso sí, en ningún momento he dejado de trabajar, no puedo. Siento que el día que apague un rato mi mente, al quererla prender ya no será igual.

Soy como los carros viejos que mejor no lo apagas hasta que llegues a tu destino. No vaya a ser.

No pasa nada… solo es un resfriado muy latoso, pero que si me calmó.

NOS VEMOS EL PROXIMO MIERCOLES 🙂