En la Misa del Domingo, el Padre David (con el cual trabajé muchos años en la escuela de San Mateo, aquí en El Paso) habló en su sermón de algo que me causó risa. (Sus sermones siempre son cortos y con historias que me hacen poner atención de verdad).

El hablaba de cuando era niño y jugaba con sus vecinos en la cuadra por donde vivía terminaban siempre yendo a la casa de uno de los amigos.

La mamá les preparaba botanas y aguas frescas para que las pudieran disfrutar.

En una ocasión, el Father David quiso entrar a la sala ‘formal’ y sentarse en unos sillones cubiertos de plástico para disfrutar de los burritos que había preparado la señora.

“No! No debes entrar a la sala. A mi mamá no le gusta usar esos sillones.” Le explicaba el amiguito.

Así pasaron los años hasta que los hijos se fueron de casa y eventualmente la señora ya vieja murió.

Nunca usaron los sillones.

Nadie se sentó en esa sala.

No tienen idea de como me hizo pensar eso todo ese domingo.

Me dió un poco de melancolía.

Mi abuela nunca tuvo algo que nos prohibiera usar. Siempre me acuerdo de ser libre en su casa.

Mi mamá si era mas así pero ya se le ha quitado mucho. Los nietos hacen lo que les da la gana en su casa!

A mi me acaba de pasar algo así.

Cambié mi cama KING SIZE por una QUEEN SIZE.

No les voy a platicar porqué, todavía no es tiempo de que lo escriba al detalle.

El caso es que acomodando un closet me encontré un juego de sábanas nuevecito tamaño KING SIZE, aún con la tarjeta de felicitación de bodas por parte de una tía de Nogales.

Las sábanas de miles de hilos egipcios y de una calidad exquisita estaban alli en frente de mi. Esas sábanas son de una suavidad indescriptible.

Me le quedaba viendo al paquete sin abrir.

¿Porqué las guardé sin usarlas?

No se bien cual fue el motivo de hacerlo.

Quiero pensar que era porque los niños aún chiquitos se iban a mi cama con botellas de leche. A veces tiraban cosas y ensuciaban. O, porque no, a lo mejor a veces hasta se hacían pipí.

Cualquiera que fuera el motivo, pues nunca las usé.

Se pasaron casi 20 años y nunca las estrené.

Sentía tan feo!

No disfruté algo cuando debía por haber dicho, “mejor en otra ocasión”.

Esa maldita costumbre de buscar el momento perfecto para que sucedan las cosas!

Yo tengo aquí en una caja guardada unos platos y vasos, así como copas de vino que solo uso cuando tengo cenas con invitados especiales.

Las uso poco porque este año con tantas cosas que me han pasado, no he tenido invitados a la casa. Mas bien me invitan a mi a visitarlos.

Invitados especiales.

Qué chistoso es esto! Mis invitados mas especiales que tengo TODOS los días comiendo en mi casa son mis HIJOS!

No necesito esperar que venga alguien especial. Mis hijos estan aqui a diario y se merecen buena vajilla.

Mis hijos cualquier día se van fuera y no quiero que me pase lo mismo que con las sábanas.

¿De qué le sirvió a aquella señora que nos platicaba el padre el haber cuidado su sala formal? ¿Cuál era el chiste de no usarla?

La señora tal vez el día que la quiso usar ya no tenía a quien invitar. A lo mejor estaba ya muy enferma para sentarse con un vino en su sala.

Una sala que nunca fue usada, que no guardó recuerdos de navidades en familia, que no fue anfitriona de fiestas ni de reuniones casuales de la familia.

Sé que todos tenemos algo que guardamos para las ocasiones especiales. Y no tiene nada de malo hacerlo. No debemos nomás dejar que se convierta en una obsesión.

Cada vez me doy cuenta que las cosas materiales son para usarse y acabarse.

Ahora con todo lo que ha pasado me doy cuenta que la vida es bien corta!

Se nos va cuidando cosas que no tienen importancia!

Saquen la vajilla de lujo.

Usen esas toallas bonitas que solo sacan cuando ‘viene la suegra’.

Usen la sala formal.

Siéntense en el comedor que nadie usa.

Abran esa botella cara de vino tinto.

Métanle millas al carro nuevo.

Ponte tu joyería buena mas seguido.

Usa ese perfume caro antes de que se te volatice.

De verdad, a mi me pasó esta semana.

Se siente bien gacho no haber disfrutado algo material porque lo estaba guardando para un mejor momento.

Me dolió saber que el momento perfecto era cuando mis hijos estaban pequeños y que amaban dormir en nuestra camota KING SIZE.

El momento perfecto era cuando tiraban poquita leche de sus botellas por estarme abrazando y manchaban un poco las sábanas.

Nada hubiera pasado si manchaban esas sábanas finas.

Los momentos son perfectos siempre.

Ya no quiero dejar nada para luego.

Así que, con permiso, voy a desempolvar mis copas Baccarat para vino tinto.

Serviré dos copas, una para mi y la otra para quien quiera platicar agusto conmigo y componer este mundo.

(Capaz de que el día de mañana ya no me dejan tomar!)

NOS VEMOS EL PROXIMO MIERCOLES 🙂