A veces me sorprendo. Estoy en mi casa, con una taza de café (no tan caliente como debería porque ya me distraje con otra cosa), viendo el celular, y ahí voy otra vez: “¿Y si subo una foto de esto?” ¿Una foto de qué? ¡De nada! De la taza. De mi cara. De mi pie asomado en la cobija. De que está lloviendo. De que no está lloviendo. De un “quote cringe” que nadie lee.
Y entonces me da la duda existencial:
¿Será que quiero presumir?
¿O será que estoy necesitando sentir que me acompañan al otro lado de la pantalla?
Porque yo no soy de las que suben cosas para dar envidia (bueno, tal vez un poquito cuando me como algo muy rico, o cuando el filtro me favorece mágicamente). Pero en serio, la mayoría del tiempo lo que quiero es… ¿qué? ¿Que me vean? ¿Que me digan algo? ¿Que me lean? ¿Que me manden un emoji de fueguito o un “jajajajaja me hiciste el día”?
Tal vez sí.
Tal vez es eso. Tal vez no es nada.
Tal vez no quiero presumir que estoy en tal lugar, ni que me salió bonita la foto (aunque si salió bonita, pues tampoco es mi culpa, benditos filtros), ni que tengo la vida resuelta, porque spoiler: no la tengo. A lo mejor lo que quiero es que me digas “yo también” o “qué rico” o simplemente “¡salud!”. Que alguien del otro lado del teléfono vea mi historia y piense: “ay, cómo me cae bien la Gina”.
Porque cuando subo algo no siento que grito “¡véanme!”, sino más bien “¡distráiganme de mi estrés!”. Es como lanzar un papelito por la ventana con una nota que dice “¿Hay alguien ahí?”. Y cuando me llega un mensaje, un corazón, o hasta ese simple 👍🏻 siento que sí, que no estoy tan mal, que tengo mi tribu digital, mis testigos de vida, mis cómplices virtuales.
Y ojo, no estoy triste. Estoy conectada. Aunque a veces, la verdad, sí estoy medio tristona, y también por eso subo cosas. No voy a negarlo. Como quien se ríe para no llorar. Pero a veces también me siento tan feliz que si no lo cuento, exploto. Así que lo comparto, no por presumir, sino porque esa felicidad pide eco.
¿Y sabes qué? Creo que está bien.
Si tú eres de los que publican cada desayuno, tu cara sin filtro (valiente), o cada vez que el sol se asoma por tu ventana, hazlo. Nadie sabe si lo haces para presumir, o si simplemente te estás regalando compañía. Y eso, en estos tiempos tan desconectados aunque todo el mundo esté en línea, vale oro.
Así que sí, seguiré subiendo cosas. Fotos, frases, pensamientos raros. No para mostrar que tengo una vida perfecta (spoiler dos: no la tengo), sino para recordarme que no estoy sola, que hay gente que me quiere… aunque sea con un like.
Y si algún día subo una foto de algo inesperado, no pregunten. Denle corazón. Es probable que solo necesite un “aquí estoy”.








