La Curita

Les escribo este blog despues de que fue mi cumpleaños número 44! La verdad me encantan mis cumpleaños porque siempre me siento la reina del día (que simple, ya se!) Pero me da una sensación de que todos me hacen caso, todos me saludan con mas cariño que de costumbre y eso se siente muy bonito.

Esa noche del lúnes (cumplí el 30 de mayo), me estuve contestando uno por uno de los recaditos que me enviaron en las redes sociales, whatsapp, emails, etc.

Eran un chorro! (Por eso me siento importante, jajaja!)

Me dormí casi a la 1:30am.

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Todo el día había ido a nadar en casa de mi amiga Lorena.

Asoleada, con varios vinitos y cervezas en mi cuerpo y comida de todo tipo, caí en un sueño muy profundo.

Tan profundo que pude experimentar un sueño lúcido. (Es cuando despiertas dentro de tu mismo sueño y confundes la realidad con la fantasía, aunque de alguna manera sabes que estás dentro de un sueño).

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Me encontraba en un lugar con mucha luz.

Veía mis manos y eran las de una niña chiquita. Eran mis manos pero de cuando tenía unos 4 años.

Mis zapatos tambien eran de cuando estaba chiquita. Eran unos zapatos negros tipo Hush Puppies, la tienda en Tucson Arizona donde mi mami nos compraba zapatos.

“No puedes salirte sola”, me decía una voz que no podía ser de nadie mas que de mi abuela Gloria, la mamá de mi mamá.

No podía decirle nada. Tanto tiempo sin escuchar su voz me dejó estática, tal vez con el miedo de que si me movía podía despertar.

Y si, al voltear a verla, era mi abuela en la cocina de su casa de Nogales. Estaba mucho mas joven de lo que la recuerdo. Estaba preparando algo porque ese día tendríamos carne asada con mis tios y sus compadres.

No le hice caso y pude salirme por la puerta del cuarto de un lado.

Estaba reviviendo algo que viví cuando tenía unos 4 años (hace 40 años de esto). Sabía lo que me pasaría dentro de mi sueño.

Corría en el patio de atrás y podía sentir que se avecinaba un accidente que tuve.

No podía detenerme.

Dentro de mi sueño sentía que me desesperaba.

Y si, justo como pasó en 1976, tuve ese accidente.

Una caída que pudo ser sin importancia pero en realidad caí con mi rodilla en unas tablas con clavos! Mis abuelos estaban remodelando algo.

Entré llorando en busca de mi abuela, entre el dolor y el miedo de haberla desobedecido.

Un clavo había perforado mi rodilla derecha.

Me dolía en el sueño, aunque mas que dolor era como un calor raro.

Veía sangre por todos lados y tambien veía como mi abuela, sin temor a nada, me auxiliaba.

Me subía a la barra larga de la cocina. Presionando la herida para que dejara de sangrar, me limpiaba con agua y algodones.

“Está bien profunda”, decía para ella misma.

No esperó mas y comenzó a ponerme cinta adhesiva blanca, de esa para primeros auxilios, cortada en forma de mariposa.

Puso 3 en la herida y cubrió todo con una curita. Una curita grande.

La pegó super bien porque sentía como quedaba adherida a mi piel.

Me senté el el cuarto de TV de mi abuela y recostada sobre una silla mecedora de mi abuelo, lloraba despacito. Lloraba y lloraba.

Hasta que me desperté.

Todavía era bien temprano y faltaba mucho para que sonara el despertador. Me puse a pensar en la curita que me puso mi abuela.

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Me acuerdo que me duró varios días. Cubría mi herida de cualquier cosa de afuera, tierra, bacterias, agua.

“Tengo que quitarte la curita”, me dijo mi mamá un día.

Yo no quería. Era como mi amuleto de suerte, lo que me daba seguridad. Mas bien, la curita me ocultaba la herida y así no me dolía “porque no la podia ver”.  🙂

“No quiero, me va a doler”, le explicaba a mi mamá.

“Tu quítatela despacito. Es que se te está remojando la herida y no va a secarse nunca”, me explicaba mi mamá.

Comencé a despegarla. Poco a poco porque estaba realmente ya penetrada en mi piel.

“Ouch! Duele mami!”, le decía, volviendo a pegarla.

“Arráncatela de un jalón!”, me decía mi mamá

No podía y no quería hacerlo.

Mi mamá no me insistió. Ella podía ver que la curita muy pronto se iba a caer ya que estaba en mal estado y ya no pegaba bien.

Yo todos los días avanzaba en quitarmela.

Y me dolía y la volvía a pegar.

Y así estuve varios días, hasta cuando según yo ya no estaba tan pegada, me animé a arrancarla de un jalón!

Me dolió tanto! Y eso que ya estaba preparada mentalmente y la curita ya casi no estaba pegada de ningun lado.

Mi herida estaba remojada y le quité la curita justo a tiempo.

Esa herida se tenía que secar para cicatrizar.

En cuanto me animé a arrancarme la curita, comencé a sanar.

Ahorita en mi rodilla derecha solo tengo una cicatriz.

Nunca se me va a quitar.

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Esa cicatriz me recuerda esa herida tan fea pero tambien me dice que pude sanar y ese pedazo de piel ya no me duele nada.

En nuestras vidas cotidianas, todos tenemos heridas que queremos tapar con curitas para protegernos de nuestro ambiente.

Cuando llega el momento de quitar la curita y dejar que la herida sane, nos duele hacerlo.

Si lo hacemos despacito, tardamos mas en sanar.

Si lo hacemos de un jalón, tal vez nos duela mucho y nos de miedo hacerlo así.

De cualquier manera, las curitas siempre se tienen que eliminar para que la herida se pueda secar y sanar.

No hay de otra.

La curita se tiene que ir, aunque nos de trabajo quitarla, para poder sanar y cicatrizar… y que ya no duela mas.

NOS VEMOS EL PROXIMO MIERCOLES 🙂

 

 

 

 

3 thoughts on “La Curita

  1. Prima ,excelente reflexion😘😘

    Enviado desde mi iPhone

    > El 01/06/2016, a las 6:15 a.m., gina dewar escribió:
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