“¿A que no te atreves a lanzarte a la alberca y llegar a la otra orilla sin respirar por debajo del agua?”
Esa era la ‘reta’ de cuando eramos chamacos. A ver quien era el que lo lograba.
¿Has nadado por debajo del agua de una orilla de la alberca a la otra sin respirar?
Es muy curioso lo que se siente cuando uno lo hace.
Sabes que no peligras porque sólo es cuestión que a medio camino salgas y tomes aire y sigas, pero no lo quieres hacer.
Aún desesperado, no te sales a agarrar aire.
Quieres llegar hasta la otra orilla sin respirar. No se porque pase esto. En algún nivel psicológico debe entrar este ‘auto-reto’ de poder hacerlo así, aunque en los últimos centímetros nos estemos asfixiando.
¿Será mayor la satisfacción personal si logramos algo sin detenernos?
No conozco la respuesta, pero en lo personal soy muy terca y quiero hacer todo rápido, sin escala, sin descanso y sin agarrar aire.
Y sí, me choca cuando no llego a “la orilla” cuando quiero, en los tiempos que quiero. Me frustro toda.
No falta el que se te atraviesa y no te deja avanzar. Esa desesperación que te da cada contratiempo y te quedas flotando en medio de la alberca y no te queda más remedio que sacar la cabeza y agarrar aire.
Pues así comenzamos el 2018. No hemos agarrado aire desde el verano. Le he nadado y nadado y pataleado porque me aventé a una albercototota.
Y ahí vamos, nadando, esquivando contratiempos.
Estas últimas semanas estaba sintiendo que no la iba a hacer sin respirar. Lo que nunca pude adivinar fue que también para subir hacia la superficie era un trayecto largo. Es decir, estaba ya asfixiandome sin poder sacar la cabeza y poder inhalar aire.
En eso, de la nada, siento que me avientan un salvavidas.
Un salvavidas disfrazado de un viajecito relámpago a Rosarito con toda mi familia por parte de mi mami para festejar a mi Tia Gloria sus 70 años.
Este salvavidas vino a llenarme de amor con todos los que quiero. Faltaron muchos, pero estaban allí de alguna manera.
El mero viernes 19 de enero aterrizaron en Tijuana procedentes de Hermosillo los 11 integrantes de la familia Rios Soto. No se porque me los imagino como escenas de la película HOME ALONE cuando están todos en el aeropuerto corriendo. 🙂

Rentaron dos minivans y nos quedamos de ver todos en el Rosarito Beach Hotel. De Mexicali vinieron mi mamá, hermana y familia. Y de aqui San Diego/Tijuana mis tios y familias. Nos encontramos todos y comenzó ese respiro cuando nos abrazamos.
El fin no empezó muy relajado que digamos ya que se incendió el IGGYS de Rosarito, un antro que está enseguida del hotel donde nos quedamos. El fuego estaba super impresionante y lo peor era el humo negro y espeso que se comenzaba a colar a nuestras habitaciones que estaban en el 7mo piso de la torre del Rosarito Beach Hotel.
El personal del hotel se portó a la altura con todo el percance no esperado. Nos dieron otras habitaciones, con frente al mar. Unas villas lindas y todas pegadas para caber los veintitantos que fuimos.
Después del susto, comenzó la fiesta.
No tengo palabras para agradecerle a mis tíos la invitación.
Tenía muchos años… AÑOS que no me sentía consentida y tan querida como este fin. No hablo de mi, sino incluyo a todos los que fuimos invitados.
All-inclusive.
Tuve un momento en el fin de semana que sufrí un tipo ‘shock’ emocional con sentimientos encontrados.
Fue sentir por primera vez en mucho tiempo lo que es tener un papá que te cuida y te lleva de viaje con todo y tus hijos.
Me sentí cuidada como una vez lo estuve en casa de mis papás.
“Fenanina, este fin de semana no te preocupes por nada. Son nuestros invitados”… esas fueron las palabras de mi tío Rospeña. (Se llama Roberto Rios Peña, pero siempre le hemos dicho ROSPEÑA, no se porqué, jejeje)
Fenanina es como me dice desde que nací. Por FERNANDA mi segundo nombre. 🙂
Cuando mis tíos me dijeron esto, algo en mí se sintió otra vez protegida, como cuando vivía mi papá.
Me sentí plena, llena de amor de ese que no tienes que pedir ni quedar bien. Llena de amor incondicional.
¿Saben? Tengo los mejores tíos y siempre están para mi. Nunca falta el asador prendido cuando estamos juntos (el de mi tío Ariel, que por cierto ya me tiene abandonada), el de mi tío Martín (que viene acompañado por esa seguridad que me da de que todo lo que me proponga voy a lograr. Siempre que me tomo un vino con el me hace sentir que todo lo puedo. Doy gracias a Dios que estoy aquí en San Diego con el y su familia).. y mi tio Memo, que con sus abrazos y manera de agarrar cura me recuerdan a mi abuelo por tierno y abrazador. Luego están todos aquellos tíos que no son de sangre directa pero como si lo fueran. ❤
Estos días en Rosarito fueron días llenos de risas, anécdotas, karaokes, ruido, canto, pisto, baile y comidas deliciosas. Tanto niño, tanta felicidad y tanto convivio me hicieron escaparme de la rutina y de todo lo que ahorita me tiene con tanto pendiente.
¡La vida se va tan rápido! Tenemos que tener mas juntadas así. Juntarnos con las familias y disfrutarnos…
Agarramos aire creo que toda la familia. Pudimos respirar para volver a meter la cabeza bajo el agua esta semana y seguir nadando a la orilla que tenemos que llegar.
Cada uno trae su propia misión que cumplir. Cada uno trae su orilla a la que tiene que llegar. Unos traemos metas fuertes que cumplir, otros problemas de salud que solucionar y otros tenemos que seguir a flote y ayudar al que veamos batallar.
Pude agarrar aire y me dió fuerza para seguirle.
Y ya no quiero hacerme la ‘valiente’ de querer llegar a la orilla sin respirar. Quiero agarrar aire mas seguido, rodeado de mi familia hermosa que siempre está conmigo.
Esa familia que me quiere así, tal como soy… con todo y defectos…
Gracias otra vez por invitarme a este festejo tan maravilloso…
Gracias a Dios por haberlo hecho posible, que pudieramos coincidir todos los que pudimos acudir. ❤
Les dejo un video de las fotos con la canción que cantamos a todo pulmón toda la reunión.. jajaja.. (si la de ADIOS AMOR de Christian Nodal, no me regañen, jajaja!)
NOS VEMOS EL PROXIMO MIERCOLES 🙂