Tuve un sueño muy raro.
Hacía mucho que no soñaba, ó más bien dicho, tenía mucho que no me acordaba de un sueño.
Me encontraba en un cuarto muy oscuro y había una mesa con una luz que llegaba del techo.
Tenía esa mesa 10 palos y en ellos giraban unos platos chinos.
Los platos eran muy bonitos y podía identificar que unos eran más finos que otros. Los platos no eran del mismo tamaño sin embargo yo estaba segura que cada plato pesaba lo mismo.
Giraban uniformemente.
Yo estaba muy contenta viendo esa mesa con los platillos girar.
Identificaba cada plato. Sabía que cada uno representaba algo muy importante en mi vida. Amor, Salud, Dinero, Hijos – Familia, Amigos, Trabajo, Sueños, Conocidos, Futuro y Fuerza.
Giraban tan bonito, hasta un zumbido hacían en sintonía.
Yo veía como me relajaba verlos.
Cuando menos pensé, uno de los platos comenzaba a girar lento. Sentía el nervio de que se podía caer. No les sé decir que platillo era pero no quería que se cayera.
Corrí hacia el plato y lo hice girar de nuevo y mi tranquilidad regresaba.
En eso, 2 de los platos se tambaleaban. Otra vez me apresuraba a girarlos. Y luego otro más.
Cuando menos pensé no descansaba ni un segundo porque los platos se caían si no los giraba.
¡Era tan cansado y estresante!
En mi sueño lloraba.
Nadie me podía ayudar porque si alguien externo tocaba los platos se caían todos.
Estaba muy cansada y no podía parar para tomar fuerzas.
Los platillos parecían crecer en tamaño y hacerse más pesados. Para girarlos, necesitaba toda mi fuerza y concentración pero al mismo tiempo tenía que hacerlo rápido porque todos se iban a caer.
No podía con todo. Por mas que trataba de que todos los platillos giraran, sabía que no iba a poder con todo.
Me quería ir de ese cuarto, quería rendirme, quería decir “ya no juego”.
Pero no veía la salida y mi impulso era seguir cuidando de esos platos.
Por fin, uno de ellos cayó al suelo. Se hizo trizas.
Me sentí muy fracasada, muy tonta y muy inútil.
No supe cual plato era, y la verdad no me quise fijar en el.
La sensación de pérdida era inevitable. Yo quería que todo estuviera siempre bien, que los platos giraran siempre perfectos y sentía que no podía.
Seguía girando los platillos que quedaban.
Pero de alguna loca manera, me alcanzaba más el tiempo.
¡Lógicamente! Era menos la carga porque eran menos platillos que girar.
Me comenzaba a organizar y los platillos giraban a la perfección de nuevo. Los supervisaba para que ninguno perdiera vuelo.
Me volvía a sentir relajada, “en control”.
De pronto, cuando ya me sentía agusto con los platos que no me daban ningún problema, aparecía un plato nuevo en la mesa, en el lugar que había dejado el que se había roto anteriormente.
Se escuchaba una voz que decía: “gíralo”.
No quería. Me daba miedo por la experiencia pasada. Me negaba a tocarlo y me daba pánico hacerlo girar.
“No quiero más responsabilidades”, pensaba.
Pero el plato seguía allí, iluminado por la luz del techo.
Era un plato diferente, de otro lugar. Me gustaba mucho.
No le quitaba la vista mientras giraba todo lo demás.
De pronto comenzaba a despertar, sin querer hacerlo.
No supe si tomé el plato de nuevo y lo hice girar.
Me quedé con las ganas de saber si lo hice ó no.
Al despertar me sentí cansada, como si hubiera estado pensando toda la noche.
Pude entender que a veces uno tiene que sacrificar algunas cosas para poder volver a encarrilarse.
Esa mala costumbre de querer ser ‘todóloga’ y querer hacerlo todo perfectamente. No pasa nada si no podemos hacer todo a la vez.
Pude leer en mi sueño que a pesar de haber ‘roto’ un plato que quería mucho, me llegaba en el momento menos esperado otro “plato”, en el momento que tenía que ser.
Yo sé que muchos se sentirán identificados con este blog. También se que saben cual “platillo” se anda tambaleando en sus vidas.
No pasa nada si las cosas no las hacemos perfectas y se vale dejar que algunas cosas caigan un rato mientras arreglas otras.
Creo firmemente que si queremos hacer todo a la vez, al final no vamos a hacer nada bien.
Se vale soltar algunas cosas para mejorar otras. Sobre todo cuando estamos cansados de hacer todo a la vez sin parar y sin ver resultados.
Así que a seguir girando platillos chinos, a dejar que caigan los que de plano no podemos controlar para evitar que todo se nos caiga y podernos encarrilar en los momentos difíciles.
A veces los platos se caen y rompen para dar lugar a un plato maravilloso, mucho mejor.
NOS VEMOS EL PROXIMO MIERCOLES 🙂