Hubris

El mito de Níobe

(mitosyleyendascr.com) 

Una de las figuras más trágicas de la mitología griega es la reina Níobe. Era hija de Tántalo, quien había sido condenado en los Infiernos a sufrir eternamente de hambre y sed por haber robado la comida de los dioses.

Níobe, hermana de Pélope, se había casado con Anfión, un gran músico que había ayudado a construir las murallas de Tebas atrayendo a las rocas con el sonido de su lira. Los dos esposos llegaron a ser reyes de esta ciudad.

Níobe tenía un gran motivo de orgullo. No era por su belleza, aunque era hermosa, ni por la habilidad de su esposo, ni por su reino ni por sus posesiones. Había dado a Anfión siete hijos y siete hijas, todos de gran belleza, y en ellos basaba toda su felicidad. Habría podido vivir una larga vida de dicha, pero sus palabras de orgullo trajeron la desgracia a su casa.

En una ocasión, cuando se celebraban los ritos de adoración para Latona y sus dos hijos, los dioses Apolo y Artemisa, la reina Níobe dijo a quienes la rodeaban:

-Qué tontería es el adorar a seres que no pueden ser vistos, en lugar de rendir pleitesía a quienes están frente a vuestros ojos. ¿Por qué adorar a Latona y no a mí? Mi padre fue Tántalo, quien se sentó a la mesa de los dioses. Mi esposo construyó esta ciudad y la gobierna. ¿Por qué preferir a Latona? Yo soy siete veces más dichosa, con mis catorce hijos, mientras ella tiene solamente dos. Cancelen esta ceremonia inútil.

El pueblo de Tebas la obedeció, y los rituales quedaron incompletos. Pero Latona había escuchado las palabras de Níobe, y su venganza no se hizo esperar. Llamó a sus hijos Apolo y Artemisa, les repitió las palabras de Níobe y los envió a castigar el orgullo de esa mujer.

Ocultos por las nubes los dos dioses pusieron pie en las torres de Tebas. Frente a la ciudad se celebraban juegos atléticos, en los que participaban los hijos varones de Níobe y Anfión. Apolo tomó su arco y sus flechas, y uno a uno mató a los jóvenes. El menor de ellos, el único que quedaba, gritó al cielo: -¡Perdonadme, oh dioses! -Apolo quiso respetar su vida por su ruego, pero la flecha ya había abandonado su arco y el muchacho cayó muerto.

Advertida por los gritos de la gente, Níobe llegó al campo donde se encontraban los cuerpos de sus hijos. A su alrededor estaban sus hijas, que compartían con ella su dolor. Pero una a una, ellas también fueron cayendo sin vida, por los dardos lanzados por Artemisa.

Abrazando a la más pequeña, mientras las demás yacían a su lado, Níobe gritó: -¡Dioses, dejadme al menos una! -Pero fue inútil, pues pronto la niña se desplomaba con una flecha en su pecho.

Al ver a sus hijos muertos, Anfión se enfureció. Se dirigió al templo de Apolo e intentó prenderle fuego, pero el dios lo abatió con sus flechas. Níobe tomó en sus brazos el cuerpo de la más pequeña de sus hijas y huyó enloquecida a Asia Menor. Los restos de su familia permanecieron insepultos durante nueve días, pues los dioses habían transformado en piedra a los habitantes de Tebas. El décimo día, los propios dioses les dieron sepultura.

Níobe vagó con el cadáver de su hija hasta llegar al monte Sípilo. No pudo avanzar más, pues su dolor no le permitía moverse. El viento no agitaba su cabello, sus ojos quedaron fijos en el rostro de su hija, la sangre dejó de fluir dentro de ella. Se transformó en una roca, pero sus ojos siguieron vertiendo lágrimas que dieron origen a un manantial.

 

Niobe_A_Greek_Legend

 

Quizá un poco trágico este blog con esta historia mitológica. (Para darles cultura pues, jeje).

Me gusta mucho esta historia de madre ‘presumida’ y como paga las consecuencias de su soberbia simple. Para mi, Niobe es la LLORONA griega.

Niobe es el ejemplo por excelencia de HUBRIS.

¿Apoco no está rara la palabra?

Hubris, no es nada más ni nada menos que la arrogancia.

Hubris, un síndrome que veo que tienen varios conocidos últimamente y es lo que ocasiona tantos conflictos en este mundo.

El síndrome de Hubris es un transtorno paranoide que en palabras sencillas les resumo como “el que está enfermo de querer siempre tener la razón”.

Psicológicamente esto quiere decir que su ego es tan crecido que no ve la posibilidad de equivocarse y se convierten en adictos al poder y a los halagos.

(Ya sé que se les vienen varios nombres a la mente).

¿Verdad que sí?

A lo mejor no es el síndrome de Hubris lo que muchos tienen, pero sí una necesidad muy grande de decir “Se los dije, yo estoy bien”.

Este blog lo escribo de este tema porque simplemente me he dado cuenta como mis redes sociales se llenan de publicaciones negativas acerca de todo lo que pasa en el mundo.

Con tristeza veo a gente educada, preparada y que yo creía que eran de mente más abierta criticar todo lo que sucede, aún viendo que esto puede afectar sus propias vidas pero que lo único que los motiva es que al final de todo puedan decir “Yo tengo la razón, te dije”.

La arrogancia de querer siempre estar bien nos cierra a la posiblidad de poder aprender.

Hubris, palabra poco usada pero que vemos todos los días, inclusive la identificamos con nuestros más cercanos.

No podemos seguir siendo arrogantes, aún cuando tengamos la razón. No nos trae nada bueno. Podemos terminar como Niobe, que por ser arrogante de tener más hijos que los que alababan, sufrió el castigo de verlos morir.

Vivamos con la sencillez de hacer sentir a todos incluídos, estén correctos ó no, estén de acuerdo ó no..

Incluyentes no excluyentes…

Influyentes no ausentes…

Seamos modestos y no ‘hubris’.

NOS VEMOS EL PROXIMO MIERCOLES 🙂