Era a finales de 1990. Yo tendría unos 18 años y estaba ya en la Universidad en Mexicali. Me acuerdo perfecto que estaba de moda entre mis nuevos amigos de la Uni escuchar trova, en especial a Milanés y a Silvio.
Un fin de semana fueron a dar un concierto a Mexicali y fuimos a verlos al Auditorio del Estado.
No sé cómo explicarles, pero para mí ese concierto me cambió. Comprendí lo que dos compositores cubanos nos querían decir con sus canciones llenas de nostalgia, amor, esperanza y fines de revolucionar un mundo de dictaduras.
Yo iba a cantar la de “Yolanda” y salí con ganas de luchar por algo (aunque no tenía ni idea de qué). Desperté de la burbuja en la que vivía al ver a gente de mi edad vestida de negro y rojo portando cartulinas con las leyendas de “¡Libertad!” escritas en ellas.
Conocí la expresión pura del sentimiento en las simples notas de una guitarra y una voz con acento de fuerza y fe.
El Señor Milanés murió hace unos días y soy la menos indicada para escribirle algo. Nunca más lo volví a ver en un concierto. A veces creo que con una vez fue suficiente para entender su mensaje.
Su canción más popular a lo mejor es “El Breve Espacio” y siempre quise que alguien me la dedicara. La escucho y se me hace un nudo en la garganta.
Todavía quedan restos de humedad,
sus olores llenan ya mi soledad,
en la cama su silueta
se dibuja cual promesa
de llenar el breve espacio
en que no está…
Todavía yo no sé si volverá,
nadie sabe, al día siguiente, lo que hará.
Rompe todos mis esquemas,
no confiesa ni una pena,
no me pide nada a cambio
de lo que da.
Suele ser violenta y tierna,
no habla de uniones eternas,
más se entrega cual si hubiera
sólo un día para amar.
No comparte una reunión,
más le gusta la canción
que comprometa su pensar.
Todavía no pregunté «¿te quedarás?».
Temo mucho a la respuesta de un «jamás».
La prefiero compartida
antes que vaciar mi vida,
no es perfecta
más se acerca a lo que yo
simplemente soñé…
Porque antes de saber que era un ejemplo de revolución cubana moderna, a mi Pablo Milanés me hizo aprender que cuando uno quiere escribir de amor, las palabras solitas se acomodan en estrofas, en versos, en coros, en poemas, en arte que no se modifica al repetirse, solo se engrandece.
Descanse en paz Pablo Milanés, y gracias por inspirarme a muchas cosas sin que nadie lo supiera.

NOS VEMOS EL PROXIMO MIERCOLES 🙂