Se acabó la semana del famoso “Thanksgiving”, celebración gringa que uno en la frontera adopta como pretexto de tirar ‘party’.
Realmente es una época linda donde la familia se reúne para cenar y “Dar Gracias” por lo que va del año. (Gracias a la familia Santaella Angulo por recibirnos este año)
En la frontera de México (y otras ciudades), el maratón no es el Lupe-Reyes, sino mas bien, Aniv de la Rev-Candelaria. 😉
La costumbre que tengo es el no poner nada navideño hasta que pase ese día de Dar Gracias.
No critico a los que sí, pero es que a mí me encanta el Otoño y siento que al poner un pino, esferas y coronas automáticamente ya no hay lugar para los colores dorados, ocres, rojos y naranjas.
Me cortan mi tan esperado otoño, que huele a canela y especias. Las hojas se marchitan y la melancolía del aire me invade. Es tiempo de dejar morir sentimientos negativos, de cambios, de darle la vuelta a pensamientos fuertes.
Esta semana, ya después del Día de Dar Gracias y recibir a mis hijos que andaban de viaje, nos pusimos a sacar todo lo navideño.
En el verano me cambié de ciudad de El Paso a San Diego, entonces no sabía en qué estado iba a encontrar las cosas navideñas.
De la cochera a mi casa es un largo trayecto para cargar todo. Vivimos en el tercer piso sin elevador, entonces ya se pueden imaginar el tener que subir cajas y el arbolito navideño que pesa mil kilos.
Me sentía rara. No hace frío, no se me antojaba hacer chocolate caliente como tengo acostumbrado hacerles cuando decoramos. No pusimos música navideña.
Tal vez tuve otro encuentro con mi realidad. Me he sentido de vacaciones todo este tiempo. Sé que es normal la transición lenta, pero cuando tuve que comenzar a decorar de navidad mi entorno capté que realmente aquí estoy. (Ya pues, no le llamen al psiquiátra jajaja!)
Mis adornos llegaron intactos, y también pude sentir que me deshice de muchas cosas ahora que me cambié.
El árbol navideño está cero elegante pero tiene muchas cosas que nos gustan. No tiene tema, ni colores que combinen a la perfección. No tiene listones porque la verdad no se hacerlos.
Pero brilla mucho.. Brilla y brilla y llena la casa de brillitos que vamos a traer toda semana en las manos, cara, pelo, ropa, etc.
La casa se ve bonita con los adornos navideños. Todavía me faltan algunas cosas pero ya me gusta mucho como se ve.
Me llamó la atención como me sentí.
Aclaro, no me sentí triste ni melancólica… Simplemente diferente.
Creo que los seres humanos nos acostumbramos muy rápido a la rutina, siempre todo sigue igual y eso nos da la seguridad de que las cosas están bien.
¿Te has fijado que todas las mañanas haces casi lo mismo todos los días?
Hasta lo que lees en el baño (espero que leas este blog, jeje!), como preparas tu café en tu misma taza, como acomodas la toalla del baño y hasta que te lavas primero en la regadera…. siempre es igual.
Quizá eso nos pasó ahora que decoramos. Es la primera Navidad lejos de El Paso, de una casa que fue nuestra por 15 años. Ya tenía los agujeros la pared de donde iba cada adorno! Ya tenía calculada las extensiones para luces, y qué adorno iba donde.
Cada año lo mismo.
Ahora no.
Hoy desde la desempacada, desde no saber si iba a caber el arbolito porque los techos son mas bajos que la casa donde vivía en El Paso, desde el poder andar descalzos y en manga corta decorando y ese olor a San Diego, un aire fresco de brisa de mar deliciosa. Muy diferente a el aire de El Paso, donde con el frío ya se aprecian los olores de las primeras encendidas de las chimeneas.
Lejos de estar triste, creo que me siento bendecida por tantos años allá. Puedo decir que viví en un lugar muy querido y que siempre estará en mi corazón, porque todo lo vivido allí nos formó.
Preferí tomarme una Firestone 805, cerveza local de California en lugar de un chocolate caliente Abuelita, jejeje. No se, no tiene nada de malo. Es simplemente diferente.
Cada día es menos rutina que el anterior.
Se avecinan muchos cambios, aún más de los que hemos pasado.
Agradezco a Dios la unidad familiar, los amigos que están al pendiente y todos los allegados que no nos han dejado ahora con nuestro Sergio Miguel (mi sobrino, que realmente es otro hijo más). ❤
Vienen tiempos ni buenos ni malos, simplemente diferentes.
Poco a poco nos vamos preparando para todo lo que viene. Serán largas pruebas. Largas luchas pero no nos vamos a soltar de la mano de Dios, ni dejar de apoyarnos en todos los que gusten acompañarnos.
Mientras tanto, yo voy a observar mi arbolito navideño saboreando un café.
Aunque no tengo chimenea de todos modos lo disfruto mucho, pero de manera simplemente diferente.
NOS VEMOS EL PROXIMO MIERCOLES 🙂