Mariana despertaba ese día temprano. Tallaba sus ojos debido a la alergia que le provocaban las cobijas pero cada vez le daba más frío en la noche.
Se levantaba de manera lenta. Primero un pié, despues el otro. Respiraba y veía el suelo de madera de su recámara.
Hoy era su cumpleaños número 80.
“¡Aaah!”, exclamaba al levantarse.
A pesar de sus múltiples cirugías a sus rodillas, todavía el levantarse de la cama le molestaba.
Mariana se veía en el espejo. Su piel blanca pero sin brillo. Las manchas de la piel a pesar de haber usado bloqueador toda su vida y las arruguitas de sus ojos por haber reído a carcajadas en su juventud.
Sus canas con algunos mechones rosas (sus nietos la habían llevado a pintarse sus canas blancas de colores un día en el verano y la verdad ya no había tenido ganas de retocarse).
Las manos igualitas a las de su madre y su abuela. Con pecas por la edad pero eso sí, con las uñas perfectamente manicuradas con esmaltes serenos de tonos rojizos.
En un rato comenzarían a llegar todos los de la familia para pasar el día con ella por su cumpleaños.
Se escuchaban los ruidos de Ely en la cocina, la señora que le ayudaba a Mariana desde hace décadas. Ely tambien ya estaba grande pero todavía era una señora fuerte que iba todos los días a tomar café con ella, ayudarle con los quehaceres de la casa y sobre todo el jardín tan grande que tenía.
“¡Señora hermosa, felicidades!”, le decía Ely a Mariana mientras le servía un café en una taza blanca.
“¡Ay Ely! 80 años. ¿Tú crees?”, decía emocionada Mariana.
Ely comenzaba a sacar unos cortes de carne del congelador para que cuando llegaran todos estuvieran listos para el asador.
Mariana estaba en la mesa, saboreando como cada mañana su café con crema deslactosada pero sin azúcar. Nunca lo había podido tomar negro.
“Señora, ¿qué tanto piensa?”, decía Ely. Se limpiaba las manos en un trapo que traía amarrado del cinto de su falda.
“Tantas cosas mi Ely. No puedo entender cómo es que cumplo 80 y todavía me siento de 20. La vida se me ha ido y no sé si haya cumplido mi misión en este mundo”, le contestaba Mariana.
Ely se le quedaba viendo a Mariana. Era una mirada de cariño, de amistad de tantos años y sobre todo de lealtad porque Mariana había sido más que una patrona. Era familia.
“Pues qué bueno que todavía no cumple su misión Señora Mariana. Quiere decir que le queda más tiempo en este mundo”, sonreía Ely.
“Señora Mariana, ¿recuerda toda su vida?”, le decía en tono de broma Ely.
“Fíjate que sí Ely. Recuerdo absolutamente cada uno de mis 80 años, y de manera muy clara. O al menos eso creo. Lo recuerdo todo”, sonreía.
“¡Ay señora! ¿A poco recuerda su primer beso?”, preguntaba Ely levantando sus cejas como emocionada.
Mariana sonreía mientras el café caliente tocaba suavemente su boca.
“Mi primer beso. Sí. Mi primer beso me lo dió Gilberto”.
“Eres Romántica Mariana… ay, perdón. Es usted romántica señora”, tuteaba y se arrepentía Ely.
Ely no podía platicar con Mariana de manera casual, tuteando. Tenía que hacerlo con un respeto y hablarle de usted aunque muchas veces Mariana le había pedido que se dejara de formalidades.
“Sí Ely. Siempre he sido muy romántica. Me gusta la sensualidad, he disfrutado de mi sexualidad y me ha metido en problemas eso también”, reía al platicarlo Mariana.
“Pero platíqueme más de su primer beso Señora, ándele”, se sentaba Ely frente a Mariana en la mesa para ponerle toda la atención que la historia requería.
“Estaba en un baile con los amigos del colegio. Mi madre me había dado permiso de ir con la condición de que Gilberto no iría. Verás, ella no aprobaba de él porque era un niño que tenía fama de no estudiar ni hacer nada de provecho. Tú conociste a mi mamá Ely y sabes cómo era”, se levantaba Mariana por más café.
Ely ya se había servido un poco de té para seguir con la atención a la anécdota.
“El baile era formal, ibamos todos con nuestros mejores vestidos y trajes. Antes bailábamos sólo con el niño que te sacaba a bailar, no como ahora que bailan todos solos y todos contra todos. Antes no. Tenías que esperar a que te sacaran a bailar. Mis amigas todas estaban bailando pero yo no. Me la pasaba volteando hacia la puerta para ver si llegaba. Mis amigas me hacían señas de que Tony quería sacarme a bailar pero yo esquivaba la mirada y me hacía la que caminaba hacia otro lugar. Lo estaba esperando pero no llegaba.”, continuaba Mariana mientras Ely estaba con la boca abierta.
“Caminé hacia la mesa donde servían agua y algunos bocadillos. Había tambien unas aguas frescas y tomé un poco de limonada. En eso siento que me tocan el hombro derecho. Volteo y es él. Gilberto.”
“¡Me muero!”, exclamaba Ely.
“¡Jajaja! Por eso tienen éxito las novelas Ely. Por gente como tú. Pero sí, había llegado Gilberto. Alto, peinadito y bien vestido. Las niñas de todo el salón de baile lo veían, lo deseaban a pesar de ser el chico malo. Yo sentía que moría de emoción Ely. Mi mamá me hubiera matado si supiera que estaba con él.”
“¿y qué más?”, insistía Ely.
“Me sacó a bailar con la de Bésame Mucho. Yo no sabía ni donde poner las manos Ely ni mucho menos sabía si las piernas me obedecerían. Estaba muy nerviosa pero el sabía como abrazarme y llevarme con la música. Me veía con esos ojos oscuros tan llenos de misterio y yo flotaba. La canción casi terminaba cuando me pide que cierre los ojos para sentir la música. Ingenuamente los cerré y sentí como tocaba su boca suavemente mis labios”, Mariana tocaba su boca con su mano.
Los ojos de Mariana se llenaban de lágrimas de nostalgia y Ely la acompañaba en sus recuerdos.
“¡Ay señora que lindo es recordar! Pero ¿Cuál fué su último beso?”, preguntaba Ely para ver si Mariana le contaba otra historia.
“Ely, mi último beso todavía no me lo han dado”, sonreía Mariana.
“¡Ahhh que señora tan tremenda!” reía Ely mientras se levantaba para seguir alistando todo.
En eso se escuchan unos carros llegar y Mariana se asomaba por la ventana.
Comenzaban a llegar todos a festejar su día.
Desde que comencé a compartir estos blogs donde escribo acerca del personaje ficticio Mariana Eres, una personita que leía semanalmente mi blog me dijo “Yo soy Mariana y además me llamo Mariana así que esas historias las voy a vivir como propias, pero un día quiero platicarte mi historia y la adaptas a tu personaje”.
Ese día no llegó porque Mariana Sánchez Díaz se nos adelantó esta semana. Amiga de la infancia de mi hermana y un ser humano excepcional. Creo que Mariana quería que mi personaje Mariana Eres tuviera un episodio donde le daban un diagnóstico de cáncer ó que podía superar cualquier adversidad como ella.
Mariana, descansa en paz. Voy a extrañar tus comentarios y tus opiniones de lo que escribo. Así que Mariana Eres va por tí, porque eres Mariana. #todossomosmariana
NOS VEMOS EL PROXIMO MIERCOLES 🙂