La grúa

Llegamos un día mi hermana y yo a mi casa, despues de ir a cenar con mi prima Maria Luisa y nos traumó lo caliente que estaba todo. “No sirve el aire”, nos explicaron los niños.

Nuestros hijos veían Titánic. Habían pedido pizzas y horneado unos pastelitos. El vapor y calor eran insoportable. Casi creemos que estaban un poco deshidratados porque ni los perros ladraron cuando llegamos.

Revisé el termostato y estaba en lo mas alto que se podía. (Era para que la casa estuviera congelada). Pero la casa estaba hecha un horno.

Abrimos ventanas y dormimos ese día con mucho calor (aunque no lo crean, San Diego ha tenido unos días horribles de calor y humedad).

Avisé a la oficina e inmediatamente mandaron el día siguiente a los muchachos de mantenimiento. Me pusieron un aire portátil mientras llegaba una pieza de fábrica para el aparato.

10 días despues, la pieza ya estaba en manos de los técnicos. Me avisaron que estarían trabajando todo el día y me fui a la oficina.

Al bajar (estoy hasta el último piso del edificio y sin elevador), vi una grúa gigantesca. No era una grúa normal, sino de esas de construcción que alcanzan hasta lo mas alto de un edificio.

No podía salir de mi cochera así que me quedé observándola un rato. Era una grúa gigante, y atada en el gancho de la misma iba un aparato de refrigeración, que me imagino va instalado en los techos de los edificios de los depas donde vivo.

Mientras veía toda la acción vi el señor que manejaba la grúa muy inútilmente no podía atinarle a donde querían los señores del techo el aparato. Se gritaban en español y los ví medio estresados. Fue justo allí que me puse a pensar en aquel cuento de “La Grúa y la Jirafa” (de orígen argentino de Vladimir Bellini y el cual yo conocí en su versión adaptada y en inglés cuando era maestra del kinder en El Paso). Se los voy a contar como me acuerdo que iba (obviamente totalmente adaptado a lo que es mi imaginación, con el debido respeto al autor original jajaja)

Había una vez una jirafa que vivía en un zoológico. Era un animal muy hermoso, elegante con aquel cuello largo y orgulloso. Todos envidiaban su altura pero la jirafa no era feliz. No le gustaba ser la alta y nunca podía comer con sus amigos porque le daba mucho trabajo tomar el alimento del piso como todos los demás.

La jirafa siempre se sintió diferente, triste y sola.

Sí, la rodeaban todos los animales, pero con ninguno podía realmente estar mucho tiempo. Se cansaban de verla hacia arriba y terminaban por irse corriendo a jugar con los demás. Ella entonces se quedaba solita de nuevo.

Lo que la jirafa ignoraba era que detrás del cerco del zoo, una grúa trabajaba en una barda. La grúa veía todos los días a la jirafa. Como era alto como ella, la podía ver desde las alturas. La grúa ponía los ladrillos de la barda, bloque sobre bloque, y al final de día, cuando era momento de descansar, quitaba con el gancho el último bloque de enmedio de la barda para seguir viendo a su jirafa.

La grúa amaba a aquella creatura grandiosa y hermosa. La veía llorar por las noches cuando todos los animalitos se metían a dormir a sus cuevas y ella no podía por alta y espectacular. La grúa no sabía realmente porqué lloraba la jirafa, pero cada día se encariñaba más.

Para la sorpresa de la grúa, la jirafa un día la pudo ver mientras comía unas hojas verdes de lo más arriba del árbol más alto de todo el parque zoológico. Sus miradas se fijaron y se sonrieron.

Pasaban los días y la grúa siempre procuraba trabajar del lado del muro donde podía cuidar de lejos a la jirafa. Todos los días esperaban esos momentos de poderse ver. La grúa podía ver que su jirafa ya no lloraba. Al contrario, sonreía y era por su causa.

Un día, muy temprano, la grúa se preparaba para su día de trabajo y se paralizó al ver lo que pasaba. La jiraba estaba siendo transportada hacia un barco que la llevaría a otro sitio. Los encargados del zoo la habían vendido a otro parque, al otro lado del mundo.

La grúa de volada se dió cuenta lo que iba a suceder y sus movimientos se entorpecieron. Derrumbaba algunos bloques mientras los constructores trataban de apagarla.

La jirafa llevaba cara de asustada. No se quería ir lejos de su grúa. Era su nueva motivación.

La grúa, como pudo, salió a todo motor detrás de ella. Brincó al barco donde se encontraba la jirafa y la rescató.

Imagen del cuento de Vladimir Bellini

Se perdieron ambos en un bosque donde todos suponemos que vivieron para siempre muy feliz. (Hasta tuvieron su gruajirafita 🙂 )

Espero que estén así como en la foto de arriba despues de leer el cuento. Obviamente no es el original de Vladimir Bellini (yo así lo interpreté pues, jajajaja), pero quise darles una adaptación a lo que el cuento me hizo sentir.

Sentirse diferente. Sentir que no perteneces a ninguna parte. “Ni de aquí ni de allá”. Te sabes diferente y eso transmites a tus círculos sociales.

Por eso este cuento me conquistó hace como unos 10 años. Me dió mucho gusto recordarlo esta semana al ver la grúa en mi estacionamiento. NO dudé en compartirlo con ustedes.

El cuento en sí no tiene diálogo. Sólo es un video tipo caricatura que les mostrábamos a los niños de 4 años, para fomentar que siempre hay un amigo para ti, que te quiere como eres, con muchas cosas similiares a tí y aunque sean totalmente diferente, funciona una amistad ó relación.

Me encanta la jirafa. Alguien por fin la veía, a su mismo nivel. La grúa nunca dejó de cuidarla, de lejos y en silencio. Ninguno de los dos se tenía que agachar para verse ni para sentir que pertenecían.

Este cuento me encantó porque pude sentirme la jirafa en muchas etapas de mi vida. Otras veces he sido esa grúa esperando que esa persona que me necesita tambien me voltee a ver.

NOS VEMOS EL PROXIMO MIERCOLES 🙂

2 thoughts on “La grúa

  1. 😢😢 que bonito!! Yo creo que en determinado momento todos nos hemos sentido Jirafa en nuestras vidas

  2. Me encantó!
    Cuantas veces hemos sido jirafas y nos hemos sentido fuera de lugar o que no encajamos , pero siempre hay un oasis en el desierto que nos da vida, esperanza y ganas de seguir. , gracias Gina!

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