Le tocaba a mi perrita Kiara cita con el veterinario para vacunas y su revisión anual. Todo perfecto, gracias a Dios pero tengo que poner a dieta a mi perrita. Ni modo, menos comida y más ejercicio.
En la sala de espera de la clínica de mascotas, estaba una señora, americana y muy rubia, con una caja. Dentro de la caja se encontraba MIDNIGHT (media noche), una gata negra con los ojos más amarillos que he visto.
No soy fan de los gatos. Tampoco la Kiara. Pero me encantó verla de cerca.
Haciendo un poco de plática a la señora en lo que picoteaban a la Kiara, pude darme cuenta que traía un reloj roto.
“¡Su reloj, tan bonito!”, le dije, señalando que estaba estrellado del vidrio.
La señora sonreía y me decía, “Tengo años usando este reloj. Lo rompí en una fiesta bailando con mi esposo”. Acomodaba su bastón al otro lado del sillón.
Yo por dentro haciendo mil cuentos en mi mente. “A lo mejor se le murió el esposo y por eso lo trae“, pensaba.
“Esa fue la última fiesta a la que fuí con ese ‘son of a bitch‘ “, se enojaba la señora al mencionarlo.
Yo abría mis ojos más grandes que la gata Midnight. No supe que decirle y tambien cuestioné porqué el destino siempre me pone en situaciones así.
“¿Qué te hizo?”, le pregunté, quitándome la mascarilla para oirla mejor (es que con la mascarilla a veces no oigo bien, pero ese es otro blog).
“Despues de esa fiesta, al día siguiente, me di cuenta que se había ido con todas sus pertenencias de la casa. Me dejó una nota diciendo que se había aburrido de mi. Que estaba cansado de mis achaques, siempre quejándome”, decía la señora con los ojos tristes.
Yo para entonces estaba muy interesada en seguirla oyendo. Hasta se me había olvidado que hacía allí.
“Pero, ¿qué tiene que ver con el reloj? Lo quebraste de coraje ¿ó qué?”, no quise preguntar si se había ido con otra persona por eso regresé el tema al reloj.
“Pues verás. Tuve que ir a terapia porque yo era la persona más destrozada que te pudieras imaginar. No tenía idea de lo infeliz que era él a mi lado. Yo pensaba que todo estaba bien. Sí, sufro de dolores musculares por una enfermedad que tengo, pero en la mañana y en la tarde siempre trato de estar bien cuando el está en casa.”, continuaba la señora.
Me tuve que parar a pagar la cuentota de la Kiara, pero sin dejar de verla para continuar la historia.
“La terapeuta me dijo que yo era como este reloj. Físicamente estaba rota, no caminaba bien, estática por mi enfermedad. Pero, al igual que el reloj, DOS VECES AL DIA daba la hora perfectamente bien. Lo llevo puesto para que no se me olvide que así como me encuentro todavía sirvo”, y sonreía.
La señora fue llamada con MIDNIGHT a un cuartito para la consulta de la gata. Se despidió de mi y me dijo que nunca se me olvidara eso del reloj roto.
Yo me quedé impactada, como con escalofríos y con ganas de llorar.
Quizá necesitaba escuchar justo eso. Por más roto que se sienta uno, por más cansado y destrozado que estemos, dos veces al día somos perfectos.
Lo pude interpretar de muchas maneras y todas muy positivas.
Voy a seguir hablando con gente extraña en la calle porque siempre que lo hago descubro maravillas, aprendo lecciones ó me hacen verme como en un espejo.
Así que ya lo saben. Los relojes rotos funcionan dos veces al día, dando la hora perfectamente bien.

NOS VEMOS EL PROXIMO MIERCOLES 🙂
Muy cierto; y los que no estamos quebrados estamos doblados o arrugados. Pero para algún apuro hemos de servir