Mariana Eres se encontraba sentada en un sillón azúl frente a su doctor, el psiquiatra que le daba su terapia semanal.
“¿Porqué no puedo fumar aquí, Joaquín?”, le decía al doctor, que lo tuteaba porque eran amigos desde la primaria.
“Mariana, tu sabes que estamos en zona “cero humo” por mis otros pacientes. Y además, es malo para ti y lo sabes. Pero no vamos a gastar esta hora con mis consejos de amigo del porqué debes dejar el cigarro. Mejor sigue con lo que me platicabas la semana pasada”.
Joaquín, el doctor, se sentaba frente a ella en una silla negra, de esas que giran un poco pero no logran a dar toda la vuelta.
“No me acuerdo que te estaba diciendo”, le dice Mariana.
“No, Mariana. No vas a cambiar el tema. Platícame un poco de cómo ha estado tu semana. ¿Los hijos? ¿El galán?”. Mariana sentía la mirada del doctor muy intrigante.
A veces era difícil que un amigo la tratara psiquiátricamente, pero tambien era el único que podía pagar en abonos.

“Ay, Joaquín, pues nada. Todo está bien. No ha pasado nada esta semana fuera de la rutina, que por cierto ya me tiene harta. Mi ex sigue con su secretaria. Sigue llevándola cuando sale con mis hijos pero la verdad ya no me importa. Los niños bien, todo en la escuela está normal. Y mi galán, pues allí anda. Hace su luchita”. Mariana sonreía pero en un momento se volvía a poner triste.
Joaquín observaba como Mariana movía una de sus manos y se ponía a peinar con sus dedos sus cabellos largos. Era muy bonita aunque para el doctor ella era sólo una amiga, casi hermana.
“A ver Mariana. Tu galán. ¿Qué pasa?”.
Joaquín sabía que el regreso de la ansiedad de Mariana se debía al nuevo galán.
“No sé. Es buen hombre. Trabajador. Me respeta, me apoya, se ve que me quiere. Hace todo lo posible porque yo esté bien, tranquila. No entiendo Joaquín. Me gusta y me estoy encariñando pero me estoy muriendo de miedo”.
Mariana se mordía un labio para no llorar.
“¿Miedo?” Joaquín quería entenderlo.
“Joaquín, ¡por Dios! Como si no conocieras la suerte que tengo con los hombres. Mi galán es demasiado bueno para ser verdad. A veces se va todo el día y no se nada de él. No me contesta. Me dice que está trabajando y le creo pero una parte de mí lo imagina besando a otra, hablando con otra, enamorando a otra. Joaquín, he perdido la capacidad de volver a confiar en alguien que me pueda querer de verdad”.
Mariana suspiraba. No quería soltarse llorando frente a Joaquín porque luego tardaría en recuperar la voz para seguir platicando.
“Mariana. Tú has manejado bien la infidelidad de tu ex. Lo perdonaste pero decidiste alejarte. No le sigas dando el poder a ese hombre de dictar qué pase con tus nuevas relaciones. Ya sabes que no fue tu culpa. Ya sabes que al final terminaron como amigos. Ya debes de saber que no todos tus galanes harán lo mismo. Yo mismo los traté a ambos y creo que terminaron todo bien, en lo que cabe”.
Joaquín se desesperaba y eso iba en contra de su ética como profesional en la materia.
Mariana se sentaba derecha y sacaba una kleenex de su bolso. Limpiaba sus ojos viendo como el maquillaje se le comenzaba a escurrir. No decía nada. Era un silencio que se respetaba en aquel cuarto frío pero cómodo.
El tiempo pasaba y el silencio seguía. Minutos y minutos.
“Mariana, el tiempo ya se está terminando y tengo otro paciente. ¿Hay algo más que quieras decirme antes de irte?”.
“Sí. No. Bueno sí. Joaquín. Yo no he sanado la infidelidad. No la supero y no la entiendo. Cierro los ojos y lloro. Me duele. Y no. No he sanado porque nunca entenderé que pasó”..
Mariana se comenzaba a alistar para salirse de la sesión.
“Mariana, si quieres podemos agendar una cita más con tu ex para cerrar de nuevo ese ciclo. No lo veo difícil puesto que lo ves seguido y lo ves con su secretaria”.
Joaquín buscaba agendarlo en su calendario electrónico.
“Joaquín. No me has entendido porque nunca lo he dicho. Mi ex no me partió el alma. El que me destrozó e hizo insegura y desconfiada fue mi amante. Ese loco amor que nadie tiene porqué saber que existió. Ese amor que me bajó el cielo cuando lo necesité pero que tambien me hizo llorar como nadie más lo hizo. Joaquín, a mi me hizo desconfiada mi amante y no mi ex-esposo”.
Joaquín, se levanta y le abre la puerta de su consultorio.
“Sra. Eres, nos vemos la próxima semana”.
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Tenía mucho tiempo que no contaba cuentos de Mariana Eres.
NOS VEMOS EL PROXIMO MIERCOLES 🙂